REFLEXIÓN DEL EVANGELIO SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD – CICLO C

Juan 1, 1-18
Dentro del ciclo navideño nos encontramos con este domingo en el que se resalta un hecho importante: el Hijo de Dios se ha hecho hombre para que los hombres podamos llegar a ser hijos de Dios.
El hombre ha sido transformado. Dios lo ha tocado con su presencia. Desde ahora todas nuestras acciones conducen la acción de Dios, son un camino para que Dios se haga presente.
-Colaboradores de Dios
El mundo necesita ser mejorado. Hay mal en él. Y los hombres estamos llamados a colaborar con Dios para transformarlo: el trabajo de cada día para hacer la tarea bien hecha, para ser más acogedores, o para repartir mejor la riqueza, son la acción de Dios que llega a través de nosotros para mejorar el mundo.
El programa es muy hermoso. Pero el mundo está muy sucio. Se da una situación estructural llena de mezquindades y de injusticia. ¿Quién ganará?
-Luz-Tinieblas
El Evangelio muy a menudo nos presenta la lucha entre la luz y las tinieblas. Llega un momento en que incluso parece que las tinieblas van a vencer, «el día es cada vez más corto». Pero no. El día se alarga de nuevo. Años y años de esta lucha siempre victoriosa. A los primeros cristianos este hecho les sirvió de imagen para presentar la lucha del bien contra el mal. «La luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la han podido vencer».
Desde la primera Navidad ha comenzado la carrera victoriosa de la Luz. Tiene sus altibajos, el vaivén de la historia. Pero vencerá definitivamente. Esta es nuestra fe.
Unámonos a esa Luz. Luchemos contra las tinieblas, las especulaciones de toda clase, los egoísmos insolidarios, el tráfico de influencias, los sobornos, las mentiras…
En la oscuridad brilla una luz que no se apagará. Y todos estamos invitados a contemplar la luz de la mirada de Dios y a transparentar cada día una chispa de esa luz mostrando que el bien sigue existiendo. La naturaleza humana sigue disponiendo, afortunadamente, de magníficas posibilidades que tienen que abrirse camino en medio de una situación a veces con mucha tiniebla.
La Eucaristía nos abre a esa Luz. El Pan partido llena de sentido fraternal y divino el pan compartido con los hermanos. Y, al revés, el pan que durante la semana compartimos con los hermanos con los que caminamos en esa lucha contra las tinieblas, da sentido a esta fiesta del Padre que nos parte el Pan.
LUIS SUÑER
MISA DOMINICAL 1992/01
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