REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DEL DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Marcos 6, 30-34
El periodista Marcos tira aquí dos fotos: Jesús con sus discípulos y Jesús con la
gente. Jesús, formador de hombres, escucha a sus elegidos que vuelven de su
primera misión. Es la única vez que Marcos los llama apóstoles, sin duda para
subrayar su nueva relación con Jesús. Ellos cuentan y cuentan; Jesús les
escucha con una atención llena de amistad; se han convertido en sus
colaboradores, que pronto atraerán a él a la gente. Y esto nos orienta hacia la
segunda foto, la más importante: Jesús está rodeado de gente y él la mira. Su
mirada me remite a mis propias miradas: ¿es así como miro yo a la gente?
Marcos dice: «Le dio lástima de ellos». En el evangelio esta expresión nos
revela siempre una verdadera conmoción llena de cariño. Y Marcos nos da la
razón de esta actitud: Jesús los ve «como ovejas sin pastor». Diríamos, para la
gente de hoy de la que formamos parte nosotros mismos: hombres
desorientados que no saben por qué sufren y por qué viven.
He aquí por qué, a pesar de su enorme fatiga y de su necesidad de descanso en
medio del pequeño grupo de los discípulos, Jesús se entrega a aquella gente y
se pone a «enseñarla con calma». Vendrá más tarde el milagro de la
multiplicación de los panes, pero no es por el pan material por lo que ha
venido Jesús. Sí, él les dará de comer, y más tarde incluso será su pan de vida
en la eucaristía. Pero para que comprendan lo que él es y lo que les trae, en
primer lugar es preciso que les hable.
¿Hablar es tener lástima de la gente? Ciertamente cuando uno se dirige a la
gente para revelar la profundidad de sus esperanzas y el valor de lo que se le
propone. Sólo Jesús puede hacer esto, y nosotros cuando hacemos eco a su
palabra: si no, no somos más que predicadores impotentes.
Ser Jesús para la gente es mirarla como él, con un corazón lleno de cariño, y
hablarle del sentido de la vida. ¡Impulsando la vida! El hecho de que haya en
nuestra civilización tan avanzada tantos hombres que mueren de hambre o
que se ven azotados por la guerra, demuestra que los jefes que dirigen
actualmente el mundo no miran a la gente, sino que cuentan una y mil veces
sus misiles.
-¿Entonces? ¡No podemos nada! Meditar sobre «Jesús y la gente» no cambiará
al mundo. Más vale que mire a mi alrededor a las pocas personas que puedo
ayudar y quizás instruir.
-Eso hay que hacerlo, desde luego; mirar a lo lejos es a veces una evasión, pero
cuando nos encerramos en la única preocupación por los que están cerca,
dejamos que el mundo vaya errando sin pastores. ¿Quién puede gritar el
evangelio sobre los techos sino los cristianos? ¿Quién sabrá que Jesús está ahí,
entre nosotros, para salvar al mundo, si los cristianos se callan? «¿Dónde están
los cristianos?, me decía una muchacha de dieciséis años; ¿no saben que los
están esperando por todas partes?».
El bienestar de la gente se juega en las elecciones, en las asambleas, en las
discusiones sobre las leyes y los presupuestos, en los combates por los
indefensos, en los medios de comunicación que crean la opinión pública.
Mantenerse lejos de todo eso para ir a refugiarse junto a Cristo es engañarse
sobre Cristo. Cuando él miraba a la gente, se sentía lleno de cariño, pero de un
cariño que lo comprometía. Habló con calma a la gente y murió por ella.
Ser discípulos suyos es intentar hablar a la gente por todos los medios. Y son
muchos. Es entrar en las grandes acciones contra la ignorancia, el hambre, la
injusticia. Sólo el amor que se compromete habla de Cristo.
ANDRE SEVE
EL EVANG. DE LOS DOMINGOS
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA. Pág. 90
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