REFLEXIÓN DEL EVANGELIO BAUTISMO DEL SEÑOR – CICLO C

Lucas 3, 15-16. 21-22
Ya no somos solitarios, sino solidarios
Hay una magnífica reflexión de M. ·LUTHER-KING sobre la parábola del buen samaritano: «Imagino que el sacerdote y el levita se hicieron esta pregunta: «¿Qué me sucederá si me detengo a ayudar a este hombre?». El buen samaritano invirtió la pregunta: «¿Qué le sucederá a este hombre, si no me detengo a ayudarlo?». Nos preguntamos muchas veces: «¿Qué será de mi colocación, de mi prestigio, de mi categoría, si me comprometo en este asunto? Abraham Lincoln no se preguntó: «¿Qué me pasará si proclamo la emancipación y pongo fin a la esclavitud?», sino que se preguntó: «¿Qué le pasará a la Unión y a esos miles de negros si no lo hago?»».
Hoy es muy frecuente en la teología afirmar que el episodio del bautismo de Jesús marca un momento decisivo en su vida. No se trata sólo, como a primera vista parecen reflejarlo los evangelistas, del final de la llamada vida oculta de Jesús en Nazaret y comienzo de su vida pública, su predicación y sus milagros. Hoy se insiste desde la cristología en que Jesús fue descubriendo gradualmente la misión que Dios le había confiado. Es lo que insinúa san Lucas al afirmar que Jesús no sólo crecía y se robustecía, sino que también iba creciendo en sabiduría y gracia. En ese proceso de crecimiento y descubrimiento de su misión en la vida, que todo hombre tiene que realizar, el episodio del bautismo fue probablemente un hito fundamental.
San Lucas es más sucinto que los otros dos sinópticos en el relato del bautismo de Jesús. Los tres relatos coinciden en afirmar que el cielo se abrió y descendió el Espíritu en forma de paloma sobre Jesús. Los tres recogen las mismas palabras: «Este es mi Hijo, a quien yo amo, mi predilecto».
El relato de Lucas tiene dos rasgos peculiares. Por una parte, Lucas es el evangelista que más subraya la oración de Jesús y precisamente nos presenta a Jesús en oración en el momento de su bautismo. Nos está indicando que, en ese crecimiento en sabiduría y gracia que tuvo lugar en Jesús, el día de su bautismo tuvo esa experiencia en la oración por la que escuchó en su interior que él es el Hijo, el amado por el Padre, el predilecto.
Al mismo tiempo, Lucas es el evangelista que presenta más anónimamente el bautismo de Jesús: Juan está totalmente difuminado y no se recoge el diálogo con el Bautista, que se considera indigno de derramar el agua sobre la cabeza del Señor. Jesús aparece perdido en medio de ese bautismo del pueblo en masa, en medio de un bautismo que tenía un significado de conversión de los pecados.
Jesús aparece en solidaridad plena con los hombres. Leonardo Boff afirma que desde la navidad «ya no somos solitarios, sino solidarios». El bautismo de Jesús es un gran símbolo de esta solidaridad. J. A. Pagola dice que «uno de los datos mejor atestiguado sobre Jesús es su cercanía y su acogida a hombres y mujeres considerados como «pecadores» en la sociedad judía. Es sorprendente la fuerza con que Jesús condena el mal y la injusticia y, al mismo tiempo, la acogida que ofrece a los pecadores… Llegan a llamarle amigo de pecadores. Y están en lo cierto. Jesús se acerca a los pecadores como amigo. No como moralista que busca el grado exacto de culpabilidad. Ni como juez que dicta sentencia condenatoria. Sino como hermano que ayuda a aquellos hombres a escuchar el perdón de Dios, a encontrarse con lo mejor de sí mismos y rehacer su vida. La denuncia firme del mal no está reñida con la cercanía del hombre caído». Este acto de Jesús en un bautizo del pueblo en masa es un espléndido símbolo de su cercanía y solidaridad con la debilidad de los hombres.
De ahí surge ese hombre, cuya vida es descrita de forma tan espléndida por el mismo Pedro: «Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».
Jesús fue solidario con los hombres, estuvo muy cerca del pecado de los hombres, cargó con él: por eso estamos llamados a sentir en nuestro pecado la cercanía y la solidaridad del que se acercó al pecado de los hombres no con una palabra dura y rígida, sino con una palabra de amor y de solidaridad. Jesús no se preguntó por las consecuencias que le iban a sobrevenir por asumir la misión del Padre. La asumió porque era la voluntad del Padre, la salvación de los hombres. No nos preguntemos tantas veces en la vida por las consecuencias que nos van a venir, porque lo realmente importante es lo que les va a sobrevenir a los otros. Esto es lo que significa ser bautizados, ungidos, ser hoy otros Cristos.
JAVIER GAFO
DIOS A LA VISTA
Homilías ciclo C
Madrid 1994.Pág. 69 ss.
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