REFLEXIÓN DEL EVANGELIO – 5to DOMINGO DE PASCUA – CICLO A

CAMINANTES

Juan 14, 1-12
«Yo soy el camino, la verdad y la vida»
El evangelio es una constante invitación a caminar, y Jesús es el camino. Pero un
camino no es para conocerlo, sino para recorrerlo. Y es cierto que podemos decidir
no caminar, optar por instalarnos en este mundo y olvidar nuestro destino, pero es
evidente que a la larga esta actitud nos va a producir vacío y angustia, porque,
como decía Kierkegaard, «no podemos ignorar lo eterno que hay en nosotros».
Una excelente metáfora de la vida podría ser la ascensión a una montaña. El
montañero que sacude la pereza, abandona la comodidad del refugio y se echa al
monte en busca de la cima, se siente vivo, motivado, estimulado por cada obstáculo
que logra superar, y en muchos momentos exultante de optimismo y felicidad. El
que decide permanecer al abrigo del refugio, se aburre, se hastía y acaba frustrado
y asqueado. La cima que Jesús nos propuso a los cristianos es una sociedad
fraterna, humana y solidaria, y el camino que nos lleva a la cima es Jesús mismo;
sus criterios, su ejemplo, su compromiso con la misión hasta dar la vida por ella, su
convencimiento de que merecía la pena hacerlo…
En momentos de máxima tribulación es cuando encontrar un buen camino
adquiere toda su importancia. Imaginémonos perdidos en el monte, hace frío, se
acerca la noche, no vemos salida… y de pronto encontramos un camino
prometedor. ¡Estamos salvados!, pensamos, y nos apresuramos a tomarlo con la
esperanza de que nos devuelva a la vida.
Hoy vivimos momentos de gran tribulación. Hoy estamos en una encrucijada
histórica en la que está en juego nuestra civilización e incluso nuestra
supervivencia. Hemos seguido el camino que nos proponía el mundo y es evidente
que nos hemos equivocado. El resultado es un planeta herido de muerte donde las
sequías se han generalizado y los océanos agonizan. Donde la ostentación y el
derroche conviven con la miseria, donde la vida se banaliza, la sociedad se
mercantiliza, las relaciones humanas han dejado de ser humanas y el hombre es
todavía más lobo para el hombre…
Los cristianos conocemos otro camino, pero de momento preferimos seguir en el
refugio discutiendo si los que vienen son galgos o podencos. Es preciso salir del
refugio y enfilar la cima con decisión y con la esperanza de que otros nos sigan… o
estamos perdidos. Jon Sobrino, jesuita compañero de Ignacio Ellacuría en el
Salvador, nos invita a reanudar la marcha y nos marca una meta ajustada a la
situación que vive el mundo: «Debemos caminar hacia la civilización de la
austeridad compartida»… ¿Empezamos?

Miguel Ángel Munárriz Casajús

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